domingo, 10 de agosto de 2008

Las crisis del FMLN cobran fuerza

El FMLN, notas de una crisis oculta
Paradójicamente, en los momentos políticos donde el FMLN se ve más fuerte en cuanto las posibilidades de ser un competidor de primera línea en las elecciones presidenciales, afronta una crisis interna en la que todas las tendencias están enfrentadas las unas a las otras y entre sí mismas bajo pequeño grupos de poder, al igual que las generaciones viejas y jóvenes.

Berne Ayaláh
redaccion@centroamerica21.com

Los que se fueron por la puerta del frente.



La ruptura de los primeros socialdemócratas con el FMLN en 1994, fue limpia y abierta. Joaquín Villalobos y Fermán Cienfuegos salieron por la puerta de enfrente hablando de que era posible concebir y llevar adelante posturas renovadas del pensamiento de la izquierda en la fase de posguerra, distintas a las radicales. Con su salida no sólo se desmembró un modo de pensar, sino una estructura que esos dos líderes arrastraban tras de sí. Pero hubo un efecto inesperado, su propuesta independiente de partido de izquierda fracasó.

Algo similar le sucedió a la llamada tendencia renovadora, liderada por Facundo Guardado, que años más tarde, luego de controlar la Convención Nacional y de haber sido candidato a la presidencia, debió salir del FMLN ante la imposibilidad de sostenerse en un debate abierto con la llamada corriente socialista revolucionaria, más conocida como ortodoxa.

En medio de esos años de entronizados debates y de amenazas, de pleitos y desaciertos, hubo otros pequeños grupos o individuos que abandonaron las filas de ese partido sin ton ni son, como es el caso de Roberto Roca, ex miembro de la comandancia general de la extinta guerrilla y máximo dirigente del PRTC.

Antes también salieron, aunque no precisamente bajo la bandera electoral, los grupos afines a la Tendencia Revolucionaria, dirigida por Dagoberto Gutiérrez, un grupo con poca o nula incidencia en la política de mayor peso en la actualidad, la electoral.

Cuando estos grupos salieron del FMLN, la corriente ideológica del fallecido Schafik Hándal era la más consolidada. En esos años era sencillo explicar la crisis interna a partir del enfrentamiento de renovadores y ortodoxos. No había, al menos en apariencia, más grupos que esos. Hubo sí, una corriente vinculada a las FPL, llamada los "institucionalistas", que más bien era el infaltable grupúsculo que espera fuera de la cancha el triunfo y la derrota de los mayores contrincantes, para declarar su oportuna adhesión al ganador.

Con la muerte Hándal esa crisis abierta entre renovadores y ortodoxos comenzó a sufrir una silenciosa mutación, más delicada de lo que muchos pudieron imaginar. El último grupo que salió del Frente de manera abierta enfiló sus baterías para tomar un viejo instrumento político, las siglas del Frente Democrático Revolucionario. Lo común entre ellos y los que antes salieron para formar partidos con intención electoral, fue su planteamiento cercano con la socialdemocracia, su diferencia es que buscaron una marca como la del FDR, con la idea de competir con otra marca, el FMLN.

Pero todos los que se fueron fracasaron hasta hoy, no importa si estuvieron buscando aplicar sus ideas en un nuevo partido u ocupando las siglas de otros viejos. La derrota pública de sus proyectos políticos, dio una apariencia de consolidación y ventaja a los ortodoxos.

Los socialdemócratas que se quedaron a esperar.

Ante esa secuencia de salidas abruptas y fallidas, muchos otros, que comparten la aplicación de ideas más cercanas con las libertades democráticas y a la socialdemocracia, decidieron quedarse y librar la pelea desde adentro.

Ese grupo decidió guardar un silencio sigiloso. Comenzó a nacer con ese estilo desde aquellas elecciones internas cuyos competidores fueron Oscar Ortiz y Schafik Hándal, en el que surgió como ganador el viejo dirigente comunista. Un resultado que provocó rumores de presión y negociación política forzada.

Hay muchos socialdemócratas en el FMLN, algunos sin saberlo. Esperan callados que algo pase para avanzar en la toma de mejores posiciones en el poder interno.

El grupo socialdemócrata más consolidado es el del departamento de La Libertad.

En los municipios que gobierna no sólo están presentes dos de los alcaldes más exitosos del FMLN, el de Quezaltepeque y Santa Tecla, sino el caudal de votos que le aportan al partido de izquierda en cada elección, superado sólo por San Salvador. Otros miembros del FMLN trabajan en el silencio, sin adherirse más que a aquellas posturas que son inevitables para un partido de izquierda, lo demás se lo dejan al tiempo. Pero conspiran y opinan en los pasillos, en sus curules, en sus casas, como en los viejos tiempos del estalinismo.

Esos movimientos y debates internos le han dado vida a un lobby especial, el de los conspiradores que no dejaron el arca abierta para los ortodoxos.

Los que se fueron antes y fallaron saben bien que si en un momento político especial estos grupos que se han quedado logran consolidar sus posiciones, sería factible una negociación para su retorno o para consolidar una idea común en torno a la socialdemocracia.

Esta situación provocó una crisis mayor en el FMLN, el mito de los ortodoxos ha comenzado a derrumbarse, muy lenta y silenciosamente. No existe ningún grupo granítico de ortodoxos, existen intereses de grupo muy bien delineados que ocupan esas ideas para granjearse ventajas.
La vieja guardia de los comunistas, los que estuvieron más cercanos con la ética política de Hándal siguen en el FMLN como monjes budistas, realizando un trabajo de conciencia que no tiene mucho que ver con los procesos electorales, sus ideas no tienen eco en las estructuras de dirección del partido, sus métodos están más alineados con la pureza de las ideas, por ello han perdido poder, no lo tienen en realidad.

El otro grupo es el de la generación intermedia, la que se desarrolló durante la guerra, alineados a un discurso de corte ortodoxo, pero que en el fondo no se expresa a la hora de los manejos cotidianos. Lo que quieren es consolidar el poder generacional que, a su juicio, les corresponde por herencia y sudada de camiseta.

El mito mayor es el del grupo de Ramiro Vásquez, lejos de lo que muchos creen él no representa ni a todos los comunistas, menos a muchos otros grupos que están dentro del FMLN, y menos aún a los ortodoxos, la institución más difusa con la que pueden contar en este momento.

El factor Funes.

A esa realidad latente de atomización de las realidades ortodoxas del FMLN, hay que agregarle la llegada de Mauricio Funes y "el partido de los blancos."

El factor Funes es una ventaja electoral para el partido de izquierda, pero a nivel orgánico y estructural, es muy probable que represente el mayor de los peligros internos desde que se constituyó como partido político.
Más allá de la algarabía y las ínfulas de triunfalismo, después de nueve meses de haber designado a Mauricio Funes como candidato para la presidencia, la crisis interna se observa con mala espina.

Contrario a lo popular que Funes pueda aparentar ante la gente común de ese partido, muchos piensan -y están seguros de que así es-, que tiene un parecido peligroso con dos personajes de la historia mundial: Felipe González y Lula. Ambos le dieron un toque personal a sus procesos electorales y a sus gobiernos, y golpe al hígado a los ortodoxos. Después de ellos, las posibilidades de que radicales pudiesen llegar al poder se volvieron más difíciles.

Al candidato del FMLN debemos leerlo en el negativo. Nos dice que no quiere diputados, que ese debate no le importa. Falso. Todo presidente necesita un parlamento que le sirva de edificio para gobernar. El FMLN no es el parlamento que le puede servir a sus fines. Si así fuera para qué sigue trabajando airadamente con su grupo paralelo al que dio el llamar "Los Amigos de Mauricio".

Cada vez crece más su relación con un grupo de hombres cuyo emblema es el color blanco y no el tradicional rojo de las algarabías. Eso lo saben los que controlan el FMLN, tanto los de línea ortodoxa como los socialdemócratas. La crisis con Mauricio es mucho más grave porque no tiene que ver con ideologías sino con la posibilidad de que un foráneo llegue, años después, a comerse el mandado por una ambición muy simple: ser presidente.

Las disputas internas tienen hoy dos matices nunca antes visto: el del partido con "el candidato más querido" por la gente de su factura y los que le siguen, que no son pocos, y el de las divisiones internas que se niegan a hacerse públicas pero que ahí están, la más notoria de todas es la división de las corrientes comunistas, que no existían antes de la muerte de Hándal.


Hay un celo de los más viejos, de no querer hacer público ese desmoronamiento, al que ellos consideran moral, y no lo harán, por principio, pero ahí está. Aunado a eso, Mauricio Funes es en realidad un mal necesario: no podrían aspirar siquiera a ser un partido competitivo para la máxima magistratura sin un hombre como él, pero a la vez nadie genera mayor peligro de lacerar a fondo las bases ortodoxas del pensamiento del Frente. El problema moral de Mauricio Funes no es que no sea del FMLN, es que no quiere serlo ni parecerlo. Esto lacera los sentimientos de las bases más cercanas de los ortodoxos, que no son pocos.
Una contradicción insalvable pues no pueden evitar su compañía y a la vez sentirse amenazados por ella. Es muy difícil decir qué es lo que puede suceder dentro de unos meses, pero el peligro es el mismo: Funes puede dar un golpe fuerte al FMLN, desde adentro.

No parece que la dirigencia del FMLN quiera concederle a su candidato el poder de designar diputados. Si fuese así el partido de izquierda seguiría perdiendo poder pues obviamente Funes no propondría a los viejos militantes sino a otros foráneos como él. Si la posición del frente se cierra, la incomodidad siempre se queda y peligra con desarrollarse pues el candidato no es ingenuo.

Lo que se ve, desde ya, es una gran crisis interna de posiciones rojas y blancas, que si bien es cierto el Frente ha sabido administrar hasta hoy, al menos en el sentido de no hacerlas públicas, no permite comprender hasta cuándo pueda cargar con ella sin salir lastimado.

Ya no hay reserva moral en el Frente. Los viejos comunistas o ex militantes de las FPL, que siguen dentro pero a la vez afuera de las decisiones institucionales, no apoyan ni a unos ni a otros. Muchos militantes excomulgados han vuelto a la euforia del triunfalismo, pero la experiencia les dice que no hay mucho qué hacer con una propuesta como la hecha hasta hoy, la esperanza es apenas un cascaron fácil de romper, porque la esperanza no nació en la figura de Funes y menos en el FMLN, sino en el descontento por lo que la gente ha visto que otros han hecho mal. Para cambiar eso no se requiere que el Frente haga algo, basta con que los que han fallado rectifiquen y retrotraigan el resentimiento a sus filas democráticas.

Este juego es peligroso porque al hablar con la vieja militancia no se percibe ninguna esperanza sino un momento clave para el desquite y la media vuelta. Paradójicamente, en los momentos políticos donde el FMLN se ve más fuerte en cuanto las posibilidades de ser un competidor de primera línea en las elecciones presidenciales, afronta una crisis interna en la que todas las tendencias están enfrentadas las unas a las otras y entre sí mismas bajo pequeño grupos de poder, al igual que las generaciones viejas y jóvenes.

Y como la crisis es hermética, y no como las más sobresalientes que al ser abiertas fueron un escape natural, en la medida que pase el tiempo su desenlace puede ser peor por un motivo certero: no hay posibilidad alguna de dar marcha atrás, y de todos modos de seguir sin cambio, en el futuro se avizora un quiebre con retroceso obligado e irremediable.

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